A los 50, 40, o en mi caso a los 30, llevar un divorcio en una sociedad tan estigmatizada es bastante complejo, pero nada que nadie haya vivido.

Todos hemos estado en ese lugar donde sentimos que somos el foco de atención, y ser el foco de atención te hace perderlo en ti.

Con esto trato de hacer ver cómo las mismas personas de nuestro entorno nos generan esa ansiedad, esa tendencia que únicamente es social a comportarnos como ellos quieren, o vernos como ellos quieren.

Y podemos negarlo, podemos decir: “No, para nada es mi caso”, pero tenemos que ubicarnos y permitirnos ser vulnerables, aceptar que sí nos pasa y también soltar la carga que únicamente es nuestra… y es mental.

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Tampoco estoy negando que las personas, en mi caso con varias características muy específicas como el ser extranjera, ser divorciada, nos hacen pertenecer a una caja con etiqueta incluida porque necesitan ponerle nombre a las cosas y hacerlas ver reales.

Sentía que debía pertenecer a una categoría como en un momento fue la de casada, y lo seguirá siendo pero en tiempo pasado.

La clave está en las emociones

Más que ser masa, somos una masa de emociones.

El control de ellas es la clave para hacer sentir a tu círculo de amigos, familia, quién realmente eres sin ser señalado porque estás rompiendo paradigmas al ser libre espiritualmente, y si se puede, económicamente.

Sin dudas a cualquier edad, en cualquier circunstancia de la vida, pasamos por momentos tan sensibles que no queda más que seguir con la frente en alto, aprendiendo y siendo más de lo que podemos imaginar si salimos de la caja, de esa ilusión que hemos creado de nosotros mismos.

Cada situación está estigmatizada, por ello solo hay que dejar fluir, sentir y apropiarse del sentimiento de liberación, porque tomar decisiones tiene que ver mucho con cuán libre nos sentimos, y que el tiempo corra a su manera…

Por: Mari Andrea Olmos

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