Aprender a vivir con la incertidumbre

Si observamos lo que vivimos a diario, veremos que la incertidumbre siempre está presente.

Aunque quisiéramos controlar todo, no podríamos. Hasta lo que creemos que controlamos tiene un alto porcentaje de no ser así.

Frecuentemente planificamos y pensamos que todo sucederá como lo hemos imaginado, sin embargo, los cambios siempre nos acompañan, lo inesperado siempre está en nuestra ruta.

No pensamos mucho en la incertidumbre, aunque vivimos siempre en ella hasta en los momentos y días más tranquilos. Si volteamos la mirada a la ruta andada, ahí estuvo, en cada decisión, en cada acción, en cada paso.

Pensar en la incertidumbre nos genera inseguridad y miedo, hacernos consciente de ella, comprender que forma parte de cada proceso que experimentamos, de cada decisión y de cada paso que damos nos llevará a comenzar a aceptarla. 

Empezar a aceptar la incertidumbre o decidir aprender a vivir con ella como una constante realidad nos puede llevar por caminos poco transitados, pero es necesario recorrerlos para comenzar a mirarla como nuestra cómplice y compañera de camino.

Cuestionar nuestras creencias

Para aceptar la incertidumbre es necesario cuestionarnos algunas de nuestras creencias y quizás dar varios cambios en nuestra manera de pensar y actuar. Tomemos en cuenta que poseemos creencias asociadas a nuestra cultura, crianza, a nuestra familia y al entorno en que crecimos.

Estas creencias en ocasiones nos limitan y no nos permiten cambiar para mejorar nuestra forma de percibir lo que nos sucede. Tenemos miedo a cambiar, porque también el cambio tiene un alto porcentaje de incertidumbre. 

Para comenzar podríamos evaluar nuestra creencia o no en la existencia de la casualidad. Si creemos en la casualidad, no encontraremos el sentido o el para qué sucede lo que vivimos o experimentamos, pues lo tomaremos como un evento aislado y no como algo que se conecta con otra cantidad de sucesos que nos llevarán a un resultado que necesitábamos vivir para nuestro crecimiento y evolución personal.

En esa cantidad de sucesos conectados estuvo presente la incertidumbre.

¿Es casualidad?

Cuando consideramos que algunas cosas ocurren por casualidad no buscamos mirar más allá del evento, el para qué de lo vivido, no logramos ver qué hay detrás de lo que vivimos, y siempre hay un para qué.

Solo hay que mirar un poco más allá de lo evidente y hacerse la pregunta correcta: ¿Para qué estoy viviendo esto? Así, podemos observar con bastante facilidad que todo cuanto acontece está ordenado en una sincronía perfecta.

Muchas veces de forma inmediata entenderemos el para qué de lo sucedido, otras al final de todo le encontraremos el sentido a lo vivido, a eso que nos angustió y estuvo lleno de incertidumbre… y casi siempre terminamos agradeciendo la situación vivida.

Al encontrar la razón del para qué sucedieron algunos eventos daremos el primer cambio que es comenzar a confiar en que lo que no podemos controlar, tiene una razón de suceder, que hay una energía superior a nosotros que tiene el control que nosotros no poseemos.

Es una inteligencia superior que ordena en sincronía perfecta lo que vivimos, y si confiamos en ello también confiaremos en que esa sincronía y orden perfecto siempre actúa en nuestro favor. No hay casualidad.

Aprender a confiar

¿Qué nos queda de todo lo anterior? Aprender a confiar. Confiar en que siempre estamos asistidos, sostenidos por esa energía amorosa y superior.

Quizás estás pensando: ¿Es fácil todo esto? Pienso que no, sin embargo, solo se trata de una decisión que nos ayudará a vivir más tranquilos, la que nos conducirá a la felicidad y la paz del espíritu.

Como resumen, podemos aceptar la incertidumbre confiando. Sabiendo además que somos parte de la naturaleza, y ella funciona en perfecta sincronía y armonía con todo lo que la conforma.

Comprender y confiar en que lo que estamos viviendo hoy nos ayudará en nuestro crecimiento y evolución como ser humano.

Sin embargo, debemos hacer nuestra parte en cada situación que vivimos, lo que sabemos que debemos hacer, lo que consideremos que sea necesario, lo que nos corresponde y luego soltar el control y rendirnos amorosamente; dejar que la sabiduría superior actúe y haga su parte, la que nosotros no controlamos. 

 

Por: Emilcy Lucente

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