Reflexión. Solemos estar programados socialmente para cumplir etapas en nuestras vidas. Hay quienes muy meticulosamente siguen con rigor las de enamorarse, casarse, tener hijos, el perro, la casa, el carro y el trabajo ideal —y está bien—, mientras hay quienes disfrutan rompiendo los protocolos y poseen vidas diferentes, quizás más liberales, acordes a sus gustos y necesidades, que a veces son mal vistas por la sociedad.
Pero el verdadero pesar es que independientemente del estilo de vida que se decida tener, solemos experimentarla como en una carrera de caballos.
Pensamos que de no acercarnos a la meta lo más pronto posible nos quedaremos atrás y otros nos arrancarán los sueños por los que tanto hemos luchado, cuando la realidad es que todos tenemos trazado un destino individual.
No importa cuánto tardemos, todo está diseñado y lo que será para nosotros llegará solo en el tiempo adecuado para disfrutarlo, aprenderlo, desarrollarlo y mostrarlo a nuestro entorno.
Esto es algo que nunca acaba, solo se manifiesta de muchas maneras y aunque queramos evadirlo, hay días en los que nos sentimos frustrados porque nuestros cercanos van avanzado y nosotros estamos en el mismo sentido y lugar.
Incluso llegamos a evaluar el por qué no alcanzamos lo que deseamos más rápido, bien sea tener un trabajo que nos guste y que esté bien remunerado, una pareja o una vida estable y que sea diversa. Y la respuesta está en que, si no cambiamos la manera de pensar o actuar, nada se transformará a nuestro favor, pero si hemos dado muchos pasos y éstos no han resultado en algo favorable, entonces debemos comprender que aún no es el tiempo adecuado para brillar o demostrar que hemos evolucionado.
Para ello, solo hay que tener paciencia, no hay que apurar nada, pero tampoco atrasar todo. Toca trabajar en el deseo de mejorar lo que se tiene y eso solo lo descubres cuando te sientas a mirar quién eres, qué deseas, dónde estás y a dónde quieres llegar con tu vida. Y es algo que debes hacer por y para ti.
Esto no es egocentrismo ni un plan que hay que seguir al pie de la letra, se trata de conocer bien tus instintos y cómo dejarte guiar por ellos y por lo que sientes.
Una vez que te enfoques dejarás de perseguir a otros, de mirar el por qué andan en algo en lo que tú no andas y sobre todo podrás darles mérito a tus logros.
Esa es una de las mayores satisfacciones que cualquier humano pueda tener. Es por ello que siempre insisto en la idea de no mirar relojes ajenos y hacer una reflexión interna y constante de ello.
¿Y sabes qué es lo mejor? Que mientras más rápido comiences con ello, más rápido verás los resultados y así serás tú quien estará en primer lugar y otros estarán atentos a tus pasos…
Dale vuelta a la tortilla y no te dejes apabullar por el entorno.
¡Vive y disfruta tu tiempo!
Por: Gabriela Trujillo Prado
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