Es como si hubieran arrancado de mí la vitalidad. Ya no tengo ganas de nada y todo se ve gris. Yo me veo gris.
La gente nota que ya no soy la misma. La risa no rodea mi casa y la sonrisa se pierde entre el césped triste que decora mi fachada.
Soy creativa a medias, no doy todo mi potencial. De pronto, perdí el interés por el color.
No quiero que me hagan más daño, pero he olvidado cómo se hace para no salir herida.
Me quitó las herramientas ese mismo día que me perdí en sus ojos color miel.
Me desvié de mí cuando puse todo lo que sentía a vivir en una utopía llena de hormonas, alcohol y drogas.
Te amos de mentiras, te quieros desgastados, abrazos baratos, palabras llenas de desdicha.
Entonces, lo recuerdo.
Recuerdo que aunque a veces cuesta mucho alejarse de personas que amas, cada día hacen algo que abona a mantener la decisión.
Recuerdo lo desgastante que puede ser esperar la siguiente oportunidad para encontrarle la lógica a algo de lo que siempre he sabido su significado.
Dejaba la puerta abierta a una nueva explicación, porque nunca falta algo qué explicar o qué discutir, pero recuerdo que puedo hacer mil preguntas, tener mil respuestas, y jamás va a ser suficiente.
Recuerdo, por momentos, lo bonito que es vivir sin que nada te perturbe.
Recuerdo cómo se hace para no salir herida y entonces, sí, mantengo esa decisión.
Siempre hay algo que abona a mantener la decisión, siempre.
Sigue las señales.
Por: Melissa Pérez-Segnini
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