Ícono del sitio Casi 30 por Melissa Segnini | Ilustradora

Las amistades también se terminan

Las amistades también se terminan

Las amistades también se terminan

Desde hace tiempo lo sabes, pero lo has estado posponiendo. Eso que los unía no existe más, en algún punto que no conoces desaparecieron los hilos que les mantenían juntos… y no estoy hablando de relaciones de pareja. Las amistades también se terminan.

Y cuando esto pasa, pueden llegar a doler igual que una ruptura amorosa. No importa si es tu culpa o del otro, pero pasó. Esto se acabó.

Cuando establecemos cualquier lazo no estamos pensando en el momento en el que se termine. Quizás en una relación de pareja comprendemos con más facilidad que existe esa posibilidad, pero con los amigos siempre creemos que van a ser eternos.

Motivos los hay infinitos, incluso a veces los desconocemos, solo pasa. Las amistades se rompen y no quiere decir que no hayan sido verdaderas.

Lo verdadero no tiene necesariamente que ser eterno. Las cosas que se viven con sinceridad son honestas y reales, pero esto no les convierte en irrompibles. Hay quienes dicen que si se rompe una amistad, no era verdadera, y no puedo mirarlo de forma tan radical.

¿Entonces qué ocurre?

Tan simple como que evolucionamos. A medida que vamos creciendo, lo que se espera es que maduremos, forjemos nuestra personalidad y tomemos decisiones acerca de lo que queremos mantener en nuestras vidas, fruto de la crianza, y aquellas cosas que decidimos sacar porque ya no congeniamos con ellas.

Un ejemplo muy vívido que tengo, personalmente, ha sido mi decisión de no seguir religiones y declararme agnóstica. Esto me alejó de personas, de algunas de inmediato, de otras progresivamente.

Aunque fuera complicado entender que algo así generara este conflicto, me sentí mejor al comprender que si alguien no me acepta por quien soy, no tiene que seguir en mi radar. Es decir, ¿por qué al otro le afecta una decisión tan personal? Necesitamos gente que nos respete, más allá de que congenie con un sentir con el que no estás dañando a nadie.

Y he ahí la piedra angular del asunto: cuando cambiamos, a la par de que nuestras amistades cambian, hay maneras de adaptarnos a esas transformaciones y seguir reconociendo la esencia del otro escondida en el fondo de entre toda esa envoltura de nuevos conocimientos, experiencias y traumas que fueron definiendo al individuo que alguna vez conociste desde un enfoque distinto.

Pero tampoco pasa nada si no logramos ese acoplamiento. Allí es cuando inician las rupturas, porque los caminos que cada quien haya decidido tomar, por más que sigan un mismo sendero en muchas circunstancias, tienen bifurcaciones y obstáculos imposibles de congeniar los unos con los otros. Decisiones.

En sencillas palabras, empezamos a vibrar diferente del otro y, por tanto, se rompe esa fluidez que nos permitía mantener los lazos.

Como en una relación de pareja, hay que tener la suficiente madurez para entender que se dio todo lo que quedaba y ya no queda más cosa buena para aportar.

En honor a esa amistad que existió, es más saludable romper la cadena y liberarnos del otro y liberar al otro de nosotros, para que ese espacio que alguna vez ocupamos y ocuparon, quede libre y pueda llenarse de una nueva energía que sí vibre en nuestra y en su misma frecuencia.

Por: Melissa Pérez-Segnini

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