Son más de cuatro aprendizajes. Realmente, el paseo de la década de los 20 y pisar la de los 30 tiene una carga tan importante porque, a los 20, la mayoría vive las experiencias más trascendentales para una persona: nos enamoramos, nos graduamos, iniciamos nuestra vida sexual, adquirimos bienes materiales grandes, nos endeudamos, nos mudamos de la casa materna.
No ocurre igual para todos. Como siempre recalco, cada quién vive a su ritmo y a sus tiempos, aunque es indudable que ser veinteañero te prepara para vivir luego las emociones de manera más consciente, plena y agradecida.
Sin embargo, cuatro aprendizajes me resonaron e hicieron click como unos de los más elementales, y que pese a ello, a veces no somos conscientes o no les prestamos la suficiente atención:
1. Hay más despertar de conciencia a los 30
Entendemos que primero va nuestro bienestar para poder ofrecer a los demás lo mejor de nosotros. Aprendemos a diferenciar cuándo es egoísmo y cuándo es amor propio y dejamos de juzgarnos por ello.
Una de las cosas que dejamos a un lado es sentirnos mal por ponernos como prioridad. Cuando esa culpa se esfuma, empezamos a ser más conscientes de nosotros mismos, de nuestras necesidades y de cómo mientras las mantengamos cubiertas, seremos una mejor versión para el resto.
2. No puedes controlarlo todo
Es una afirmación para millones de posibilidades, pero hay dos vitales:
Podemos ayudar hasta cierto punto, pero si los demás no están abiertos a recibir esa ayuda, hasta ahí debemos llegar y aceptar que se cumpla el ciclo de las cosas, porque es imposible controlarlo todo.
Aquello que nos ocurre y se nos sale de las manos tiene una razón de ser: enseñarnos una lección, que a veces tarda años en llegar, pero llega.
3. Es mejor tener paz que tener la razón
Las redes sociales se han vuelto parte de nuestra cotidianidad, lo mismo que los comentarios hirientes o radicales, con los que cada quien pretende probar que su punto es el único correcto.
Entendemos que, a veces, es maduro asumir que tener la razón, tanto en las luchas en el mundo virtual como en el real, no nos va a dejar más que agotamiento mental, una sensación de tedio y de que no valió la pena enredarse.
4. Es mejor perdonar
Guardar rencores solo nos daña a nosotros mismos. Eso no quiere decir que vayamos a volver a tener alguna relación con esas personas que nos causaron un perjuicio, pero sanarás y cerrarás un capítulo.
Por: Melissa Pérez-Segnini
Te espero en mi Instagram